8 de septiembre de 2025

ALERTA: CREAR GRUPO DE PADRES DE WHATSAPP DEL COLE!!

La enseñanza es una de las profesiones más nobles y a la vez más exigentes que existen. Ser docente implica mucho más que impartir lecciones; significa acompañar a los jóvenes en su desarrollo personal, emocional e intelectual, un compromiso que demanda una entrega total. Sin embargo, en los últimos años, esta  labor se ha visto cada vez más envuelta en una nube de críticas destructivas, principalmente provenientes de algunos progenitores que, lejos de apoyar a los formadores, los desacreditan abiertamente, incluso delante de sus propios hijos. ¿Qué mensaje les estamos enviando a las nuevas generaciones cuando desautorizamos a quienes educan?

El daño que causan los padres que critica al instructor frente a su hijo es doble. Primero, destruye la autoridad del profesor, quien pierde ante el alumno el espacio que le corresponde como guía y transmisor de conocimientos. Los niños, al ver que se descalifica constantemente las decisiones del maestro, aprenden a cuestionar su figura de autoridad y, en lugar de valorar el conocimiento que les transmite, lo perciben como algo prescindible e incluso erróneo. Segundo, esa crítica pública crea una cultura de desconfianza que afecta a toda la comunidad educativa. Si el alumno no respeta a su guía académico, ¿cómo podrá aprender de él? ¿cómo podrán los profesores seguir cumpliendo su función cuando son sistemáticamente desautorizados por los mismos adultos que deberían respaldarlos?

Esta situación representa una ironía trágica: los adultos responsables, en su afán de “proteger” a sus hijos, terminan saboteando la estructura que sostiene el equilibrio dentro del aula. En lugar de convertirse en aliados en el proceso educativo, se transforman en críticos destructivos, dañando no solo la figura del maestro, sino también la formación integral de sus propios hijos. ¿No es acaso la autoridad una base fundamental para el desarrollo personal y académico de los niños?

Las repercusiones de este comportamiento trascienden el aula y afectan profundamente la salud mental de los trabajadores de la educación. No se trata solo de tristeza o frustración, sino del miedo constante a perder el control, a que su labor sea cuestionada en cada momento. Muchos facilitadores del aprendizaje enfrentan el desgaste profesional y emocional, viviendo con la incertidumbre de que, a pesar de todo su esfuerzo y preparación, siempre habrá alguien dispuesto a atacar su autoridad.

Cuando esta tensión se prolonga, los docentes terminan agotados física, mental y emocionalmente. La presión constante por justificarse y la amenaza permanente de críticas pueden llevar a una ansiedad paralizante o incluso a una depresión que los aleja del aula, afectando no solo su bienestar, sino también el futuro de sus alumnos. Los informes médicos reflejan una realidad alarmante: un alto número de bajas laborales por estrés, detrás de las cuales hay historias de frustración y desamparo.

Es fundamental recordar que ser educador no es simplemente una profesión: es una vocación que exige preparación, dedicación y, sobre todo, respeto. Los familiares que se convierten en jueces implacables no solo afectan al docente, sino que también condicionan negativamente a sus hijos, quienes aprenden a vivir en un mundo donde la autoridad se cuestiona sin cesar, sin un liderazgo claro ni un modelo a seguir.

Esta problemática no se resolverá si no entendemos que la educación es un trabajo en equipo que involucra a padres, docentes y alumnos. La crítica constructiva es bienvenida, siempre que se realice de forma respetuosa y privada, nunca frente al niño, porque el respeto por la autoridad del maestro es esencial para que el proceso educativo funcione. Si no confiamos en los especialistas en pedagogía a quienes confiamos la formación de nuestros hijos, ¿qué mensaje les estamos transmitiendo sobre el valor del conocimiento?

Los formadores merecen apoyo, reconocimiento y respeto. Los padres deben comprender que su rol es clave, pero no debe interferir en el trabajo de un experto en enseñanza. No podemos permitir que se sigan creando emperadores que destruyen a quienes dedican su vida a formar a las futuras generaciones. Si queremos un futuro mejor para nuestros hijos, necesitamos educarlos en un entorno donde la autoridad se respete y los maestros puedan ejercer su labor con la confianza de no estar luchando contra viento y marea.

Solo así estaremos construyendo un sistema educativo sólido, basado en la colaboración, el respeto mutuo y el verdadero amor por el aprendizaje.

Para cerrar, adapto una frase común en muchos campos de fútbol de este país: Si quieres ser maestro, estudia y ponte a dar clase. Pero deja en el colegio a tu hijo estudiar, aprender y crecer en paz.

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